jueves, 15 de junio de 2017



ICONOS

Iconos realizados por los monjes. Se hacen por encargo

        





         
                                                                

SECRETO DE UNA VIDA ESCONDIDA 2a PARTE

SECRETO DE UNA VIDA ESCONDIDA 1a Parte



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NUESTRA ESPIRITUALIDAD


"Los monjes de la Santa Cruz y de la Madre de Dios, tocados y guiados por la gracia del Espíritu Santo, dejamos todo para encontrar el tesoro  escondido en el campo, la perla preciosa, y desarrollar estos dones a la luz de la Sagrada Escritura, hecha Lectio Divina, según la tradición de los Santos Padres Antiguos, adquiriendo así un corazón capaz de escuchar y amar”.


El Monje, en la Pasión de la Santa Cruz, toma sobre su propio corazón el dolor de la humanidad, particularmente el de las almas que un día se entregaron al Señor y que luego por las vicisitudes de la vida o por la debilidad de la materia, se alejaron del Creador y de la ofrenda que le habían hecho. Así los monjes toman el dolor de los sacerdotes, de los consagrados y consagradas que sufriendo, sea su infidelidad, como la cerrazón de la institución eclesial, sangran y sufren por ser marginados y/o despreciados en nombre de la verdad y de una caridad no entendida. Y es que cada monasterio debe ser un lugar de sanación interior, un lugar donde poder superar el rencor y el resentimiento, donde poder retornar a la comunión con uno mismo, con el prójimo y con el Señor de la Vida. Un lugar del que se pueda decir: “Ésta es la Casa de Dios y la Puerta del Cielo”.
¿ CÓMO VIVIMOS ?



“Juntos para el servicio de Dios, en el Corazón de Jesús, en la Casa de Dios, abandonando el pecado y viviendo sólo de la gracia con la fuerza del Espíritu Santo, trabajando por la paz y la mutua edificación”.

En la ermita cada monje sirve a Dios con la oración y el trabajo. La presencia silenciosa de los Hermanos es de gran ayuda y consuelo, y las necesidades de la Comunidad dan la ocasión oportuna para servir a Dios en los Hermanos.
La soledad del monasterio y la pobreza comunitaria permiten al monje vivir en la simplicidad evangélica, confiando totalmente en la Divina Providencia.